La palabra decepción fue seguramente lo más oído tras el varapalo sufrido por el Alba en la ida de las semifinales del playoff de ascenso a Primera. Nadie esperaba un resultado tan adverso, nadie pensaba que el Levante, con tan poco, se pudiera llevar para la vuelta esa suculenta ventaja, más fruto de la endeblez defensiva de los manchegos que de su propio hacer ofensivo.
Pues yo no estoy decepcionado, porque esta plantilla y su compromiso no me pueden decepcionar. Estoy triste, dolido, por no decepcionado, porque lo han dado todo durante la temporada y han demostrado que con la unión, el trabajo y el compromiso se puede hacer lo mismo que los grandes clubes con un presupuesto mayor.
El Albacete, por méritos propios, se metió en la lucha por el ascenso y a buen seguro que lo van a pelear en la vuelta, a pesar de que la lógica nos lleva a pensar que la dificultad es máxima, porque además el empate no le vale al conjunto de Rubén Albés. Por ello, hay que ganar por tres goles de diferencia y el equipo ya ha demostrado con creces que es capaz de meter esos goles, pero el problema está atrás, el caballo de batalla de toda la temporada, la facilidad con la que a veces los rivales se han llevado un botín muchas veces injusto por el fútbol desplegado por unos y otros.
Eso mismo pasó frente al Levante. Por muchos buenos jugadores que lleven los valencianos, su triunfo en el Belmonte se produjo por los detalles y errores que el Albacete cometió durante todo el encuentro. Veremos lo que pasa en la vuelta, donde seguro que el equipo de Albés lo da todo. Y pase lo que pase, no estaré decepcionado.
