Aterrizó en Albacete en el verano de 2022, de rebote por la marcha de otro Rubén tras una temporada exitosa y que acabó tan tarde que casi todos los entrenadores estaban ya colocados. Lo había hecho bien en Lugo, pero era su única experiencia en la categoría. Con 37 años se es joven en los banquillos, aunque es la misma edad con la que llegó al Alba un tal Benito Floro.
Rubén Albés cayó de pie. El Alba fue la sorpresa en Segunda en un año de reentrada y además lo hizo haciendo lo más difícil, jugando al fútbol. Al Belmonte le gusta ganar, pero también le gusta que sus jugadores ofrezcan espectáculo. Por ello, hasta en las derrotas, la gente sale contenta del campo y eso lo ha conseguido el técnico gallego, como también lo hizo Floro en su momento.
Los proyectos largos, como el que protagonizó Floro, no son fáciles en un mundo donde, a poco que destacas, aparecen ofertas y proyectos más ambiciosos. Floro aguantó tres exitosos años antes de irse al Real Madrid y no sabemos lo que el Albacete podrá aguantar ahora a Albés, para el que ya suenan cantos de sirenas.
Su presencia en un proyecto a medio plazo daría garantías al Albacete de que el club pudiera crecer desde un estilo de juego vistoso y alegre. A favor queda lo a gusto que está Albés en la ciudad, pues se considera “un hombre feliz” que además ha “madurado” en este año y medio en el que ha calado hondo entre la afición.
Rubén Albés tiene los pies en el suelo, ha impregnado al Alba de un ADN especial y, aunque la temporada no camine por los brillos de la pasada, debería liderar ese proyecto necesario para hacer de este club un candidato al ascenso a Primera, no como sorpresa, sino como realidad.
