Tras la polémica surgida por el asunto de tener que pagar entrada para ver jugar a las categorías inferiores del Albacete en la Ciudad Deportiva, uno siempre tiene en mente para qué vale todo ese trabajo que supuestamente se realiza en canteras tan numerosas como la del club manchego para luego los pocos frutos que se recogen, por no decir ninguno.
El fútbol ha evolucionado o a involucionado, según se mire. En los años 90, cuando el Alba irrumpió en la máxima categoría, el equipo venía de una trayectoria en los 80 donde el primer equipo había sido nutrido de jugadores locales que llegaron a brillar en Primera División y durante la década de los 90 la cantera siguió aportando jugadores.
La hornada que salió luego en el 2008, cuando se ganó la Copa del Rey Juvenil, tenía buen material, con juveniles y cadetes que se vendieron al Villarreal y no alcanzaron la primera plantilla blanca. Después de todo eso, contamos con cuentagotas los futbolistas que han salido, porque debutar han debutado algunos, pero ni han cuajado en el Albacete ni alcanzado el nivel que se esperaba de ellos.
El domingo vimos en la Ciudad Deportiva el duelo entre el Atlético Albacete y el CD Toledo y casi había más albacetenses en el Toledo que en el filial. De los 18 convocados por Chus Fernández solo cinco eran de Albacete y su provincia, mientras que el Toledo contaba con tres: Carlos Moreno, Ramón Blázquez y Chupi. Hasta el técnico del Toledo es de Albacete, Carlos Gómez, mientras que el del filial es de Santander. Y yo me pregunto, ¿para qué vale la cantera?
