El mundo del fútbol se nos va de las manos. El anuncio de que el Mundial de 2030 se jugará en seis países distintos y tres continentes nos señala a las claras de que el negocio ha sobrepasado al fútbol y a la lógica. Pero claro, que vamos a decir nosotros que jugamos la Supercopa de España en Arabia Saudita.
Que un Mundial se juegue entre España y Portugal tiene una lógica, que se incluya a Marruecos no viene a cuento y que se vayan a jugar partidos al otro lado del charco es rizar el rizo en el colmo de los despropósitos. Habrá un partido en Argentina, Uruguay y Paraguay.
Imaginemos que le toca a España jugar contra Paraguay, pues los aficionados españoles deberán cruzar el charco si quieren ver el partido en directo y luego volverse a la sede donde seguirán los partidos del grupo, quizás Sevilla, por poner un ejemplo. Eso no hay quién lo compre, no entra dentro de ninguna lógica.
Ya no vamos a hablar del aumento constante de selecciones que acuden al Mundial. En Catar fueron 32, y el que se jugará en 2026 en Estados Unidos, Canadá y México se añadirán otros 16, para alcanzar los 48. Eso quiere decir que baja el nivel y genera demasiados partidos, muchos sin interés, muchos con una desigualdad manifiesta.
El Mundial se hace largo, cargado y, en definitiva, terminas por aburrir al aficionado. El mundo del fútbol necesita una vuelta de tuerca, un regresar al aspecto más deportivo, a buscar la excelencia, que vayan los mejores, que suba la calidad, sin necesidad de olvidar el negocio, pero sin hacer que el negocio pase por encima de jugadores, selecciones y aficionados, jugándose en fechas inusuales y a temperaturas extremas.