El domingo salí del Carlos Belmonte con la sensación de haber visto al Albacete de la temporada pasada, el de las últimas jornadas con Ramis en el banquillo. Ese Albacete endeble en defensa, sin orden ni concierto en el centro del campo y negado con el gol.
Y es que la verdad es que era prácticamente el mismo equipo de entonces, al que luego se unieron Maikel Mesa, Jon Erice y pudimos comprobar el mejor momento de jugadores como Dani Ojeda y Pedro Sánchez, jugadores todos ellos que ya no están. Lo cierto es que el equipo se mostró inferior a la Ponferradina, al menos tras encajar el primer gol, exactamente lo que le pasaba al Alba allá por diciembre de 2019 y enero de 2020.
El club decidió apostar por jugadores jóvenes en clara progresión, que han llegado desde la Segunda B. Eso quiere decir que los nuevos fichajes han llegado tras más de cinco meses sin competición, ya que disputaron su último encuentro a primeros de marzo. A todo esto se le une el diferente ritmo de la competición y solo hace falta recordar lo mucho que le costó acoplarse a Manu Fuster la pasada campaña, sobre todo a nivel físico.
Si a todo esto, le unimos la deficiente pretemporada, con poco tiempo de preparación, algo que obviamente afecta más a los peor preparados, es decir, a los fichajes, comprobamos que todavía no hemos visto al nuevo Albacete de la temporada 2020-21.
Dos jornadas, dos derrotas y colistas, así que el tiempo apremia para que los nuevos se pongan las pilas y le cambien la cara al equipo manchego que, de momento, solo he generado dudas, y muchas.
