Verano extraño en todos los sentidos, culminado sin Feria y con el arranque de un campeonato que ya le ha dado el primer toque de atención a un Alba que dejó muy mala impresión en su primer envite.
La derrota llegó con matices. El Espanyol mostró un fútbol de otra categoría. Los jugadores pericos parecían aviones frente a un Albacete desbordado en su centro del campo y con verdaderas autopistas en sus bandas. Uno piensa en la plantilla que tiene el Espanyol y la diferencia es abismal. Luego observa el resto de partidos de la categoría y regresa a una realidad que nada tiene que ver con lo que mostró el Espanyol, que literalmente borró del mapa a un triste e impotente Albacete.
A pesar de las enormes diferencias, no deja de ser un toque de atención para un Albacete que lo pasó francamente mal la pasada campaña y que no ha despejado dudas en una corta pretemporada. Un más de lo mismo, un recuerdo del equipo del año pasado, un déjà vu de las carencias que se mantienen, toda vez que los nuevos apenas tuvieron protagonismo. Dicho sea de paso no podemos olvidar que los fichajes vienen de Segunda B, con seis meses sin jugar y la necesidad de adaptarse a la categoría. O sea, que como no espabile, cuando el equipo se quiera poner en marcha la cosa puede pintar muy fea.
Veremos lo que nos depara el mercado, pero no parece que se vayan a producir muchos movimientos. El presupuesto es el que es, pero a la vista quedó que, con lo que hay, mucho le toca trabajar a Lucas Alcaraz para hacer del Albacete un equipo competitivo. Por lo menos no haga el ridículo como en Barcelona, por muy superior que sea el rival.
