Los partidos del Albacete se están convirtiendo en un auténtico suplicio para los aficionados. En el retorno a la competición, al menos en Segunda División, la mayoría de los partidos aseguran el aburrimiento, con jugadores que quieren pero no pueden, continuas pérdidas y errores que confirman lo mal que se han hecho las cosas por las prisas y la necesidad económica que puso LaLiga para la vuelta al fútbol.
Recuerdo el concurso del “Un, dos, tres…” y, en una de sus múltiples vueltas de tuerca, como Chicho Ibáñez Serrador se inventó la figura de los “sufridores en casa”, que al final se llevaban el mismo premio que los concursantes en el plató. En eso se han convertido los aficionados del Albacete. La imposibilidad de acudir al Estadio, donde al menos las penas se comparten con los compañeros de asiento, hace que ahora los partidos se tengan que ver en casa, desamparados de sonido ambiente y empatía.
La afición del Alba es una sufridora en casa, porque su equipo pelea por el descenso y por mucho interés e intención que le pongan los jugadores, la mayor parte de los encuentros transcurren entre la impotencia, la falta de ritmo y desesperación. En Santander se ganó, pero a buen seguro que muchos aficionados perdieron varios años de vida con los disgustos que fueron cayendo en una espantosa primera mitad de los de Lucas Alcaraz. Menos mal que en la segunda se consiguió, por segunda vez este año, remontar el resultado.
La victoria vale solo para no estar peor que antes, porque los demás también juegan y la espada de Damocles sigue sobre la cabeza del Alba. Queda todavía mucho sufrimiento, habrá que pasarlo en casa como se pueda, así que aprovisionarse de tila por garrafas, porque lo que nos queda no será fácil de soportar.
