Hace ya unos años, la proliferación de la retransmisión de las pachangas veraniegas de los equipos de fútbol llevó a la saturación, máxime tratándose de un período de preparación y el espectáculo, por ello, suele brillar por su ausencia.
Algo así está pasando con este final de temporada al que no se le ha dado tiempo para que los equipos ofrezcan un mejor espectáculo, que al final es por lo que se supone que paga la televisión. De nada vale que nos pongan aficionados virtuales y sonidos enlatados. Los partidos están siendo un tostón, porque se ven equipos con evidente falta de ritmo, muchos errores y grandes dosis de dificultades físicas para acabar los encuentros sin calambres.
Es lo que tiene hacer las cosas por empecinamiento y sin considerar ni los riesgos ni la realidad. Los futbolistas no son máquinas precisas cuyos engranajes se puedan ajustar para que hagan lo que quieras y cuando quieras. De ahí que muchos partidos parezcan encuentros de solteros contra casados, homenajes con los amigos de Cristanto contra los amigos de Melises o la vigésimo segunda edición del Trofeo de la Bellota.
Los lesionados van cayendo partido tras partido, jornada tras jornada, y eso que en las primeras han respetado las temperaturas. El domingo en el Belmonte ya se superaban los 30 grados y ya sabemos la mala mezcla que hace el deporte con el calor. Pero es lo que hay.
Alcaraz ya dijo no querer imaginarse cómo puede acabar esto, porque todavía queda mucho, demasiado, el termómetro seguirá subiendo, los lesionados aumentando y la superliga de Tebas puede terminar como el rosario de la aurora.