La destitución de Ramis estaba cantada. Los resultados mandan. El fútbol no tiene memoria, porque igual que la estadística, sólo son datos, recuerdos. La temporada pasada fue maravillosa. El Albacete nos hizo recordar los mejores años del Queso Mecánico. El Alba volvió a sonar con fuerza a nivel nacional y de forma positiva. Ramis daba muestras de ser un buen entrenador.
Pero eso fue la campaña pasada. Este año todo ha ido torcido desde el inicio. Se empezó por confeccionar una plantilla corta, plana, para nada parecida o similar a la del año pasado. Por mucho que se diga, los jugadores que llegaron no borraron de la mente a los Torres, Tejero, Febas, Eugeni o Bela. Sin querer faltarles al respeto, sus sustitutos no les han llegado ni a la suela de los zapatos.
A todo esto empezamos con las tonterías, que muchas veces vienen acompañando cuando se pierden las referencias o nos creemos más de lo que somos. Entrenamientos a puertas cerradas, sin lista de convocados, alejando a los aficionados, y esas pullitas a la dirección deportiva que caían de vez en cuando.
La cosa estaba viciada desde el principio. No había feeling. El año pasado fue tan bueno que no se estaba preparado para volver a la normalidad de un Albacete que, posiblemente, tenga su sitio natural en Segunda División. Muchos nervios, alineaciones raras, jugadores con bajo rendimiento y muchas jornadas donde la suerte sonrió para sumar los 27 puntos que tenías a primeros de diciembre. Dos meses después, el equipo sólo ha sumado un punto en seis partidos y no había visos de remontada. La ley del fútbol, cortar por el lado más débil. Gracias Ramis. Bienvenido Lucas Alcaraz. Oremos.
