Sinceramente, me gustaría tener motivos para creer en este Alba, pero no los encuentro por mucho que los busco. De cada cosa positiva que encuentro, aparecen siete negativas. La plantilla tiene tantas limitaciones que es complicado atisbar luz al final de un túnel que cada vez es más estrecho y el mercado invernal nos demuestra que el problema va más allá de que el director deportivo se llame Mauro Pérez o Toni Cruz.
La llegada de Alejandro Menéndez dio un aire nuevo, se presenció un evidente cambio de mentalidad. Llegaron resultados y buenas sensaciones, pero todo eso pasó y el Alba ha vuelto a caer al pozo más profundo de la tabla y, lo peor es que empieza a desprender el mismo tufo de las últimas semanas de López Garai.
Oyes hablar al entrenador en la rueda de prensa de los viernes y te llega un subidón de optimismo. Luego el batacazo es mayor al ver que nada de lo que ve el técnico queda reflejado en el campo. En el análisis, veo que el técnico no tiene hormigón suficiente para armar al equipo y que las limitaciones en la alineación quedan todavía más al descubierto cuando llegan los cambios.
El equipo tenía problemas en defensa y tenía problemas con el gol, pero ni se fichó un defensa ni se fichó un delantero. Llegó Dani Torres, que mejora lo que tenemos, pero en su puesto ya teníamos mediocentros de sobra. Llegó Tana, con caché de Primera, pero ni está, ni parece que se le espere, y lo mismo Cedric, para el que iba a ser toda la banda izquierda y nos encontramos a Caballo jugando de extremo.
Uno quiere creer, pero como de sensaciones y discursos de optimismo no se logra la permanencia, pues no encuentro motivos para ello.