Desde que empezamos el confinamiento tengo la sensación de estar viviendo un permanente día de la marmota, si no fuera porque los que mandan un día te dicen una cosa y otro la contraria. Empezamos con los expertos recalcando la necesidad de realizar test masivos para descubrir y aislar a los asintomáticos para evitar la propagación del virus. No se hizo y ahí están los desoladores datos de las residencias, donde desde el minuto uno queda la sensación de que los han dejado de la mano de Dios y se ha hecho muy poco, por no decir nada, por nuestros mayores, esos que «no son válidos».
Nos acercamos a los 50 días de encierro, seguimos esperado los test, sobre todo los sanitarios y gente que está en la primera línea que los sigue reclamando día sí y día también. Pero ojo, que ahora resulta que poco menos que los test no valen para mucho, que todo son falsos positivos y faltos negativos. Vamos, que no sólo tenemos que pelear contra algo que no conocemos, sino que además lo hacemos con los ojos vendados, amén de esa falta de material en hospitales y centros de salud que se sigue reclamando día sí y día también. Lo dicho, el día de la marmota.
Creo que seguimos sin saber contra lo que nos enfrentamos, pues no dejan de salir cosas del virus, muchas veces contradictorias. Lo mismo pasa con los tratamientos. Este parece que funciona, pero va a ser que no, probemos con este otro, y así. La curva baja, pero siguen los contagios y los fallecidos, pero el Gobierno quiere salvar la economía, poco parecen importar los muertos, así que ha empezado la desescalada mientras científicos, virólogos y médicos advierten que cuidado, pero no parece que les hagan caso, como durante todo este proceso. Distanciamiento y lavarse las manos. El día de la marmota, aunque yo prefiera la versión de Bill Murray y Andie Macdowell.
