Hemos visto en los últimos meses como las vetustas instalaciones deportivas de Albacete sufrían algunas mejoras más que necesarias. Por fin la ciudad cuenta con dos pabellones municipales con pista de parqué, se sustituyó el obsoleto césped artificial del Municipal José Copete, se arregló la cubierta con goteras del Pabellón Juan de Toledo y se arreglarán y mejorarán los campos del Carlos Belmonte. Todo eso, obviamente, está muy bien, pero se trata de parchear en una ciudad que está a años luz respecto a otras de similares características y población.
En Albacete, no nos engañemos, el deporte siempre ha sido el hermano pobre. Sólo se ayuda cuando la cosa ya clama al cielo, es decir, cuando es necesaria le mejora de la instalación para poder seguir compitiendo. Los clubes llegan hasta donde llegan con un esfuerzo tremendo, y no nos referimos sólo a lo deportivo. Los deportistas individuales lo tienen mucho peor.
Albacete no cuenta con una piscina cubierta de 50 metros, ni tiene un pabellón que pueda acoger eventos importantes, con capacidad para 2.500 o 3000 espectadores (tampoco haría falta mucho más). El Pabellón del Parque es muy coqueto y está en pleno centro, pero apenas caben 1.000 espectadores.
Son reivindicaciones más antiguas que las instalaciones que tenemos y entre unos y otros (Ayuntamiento/Junta, tanto monta, monta tanto) la cosa no tiene visos de mejorar. El deporte es salud, hay que fomentarlo desde edades tempranas para generar hábitos saludables, educar en valores y evitar el sedentarismo y la obesidad. Pues sólo falta que todo eso se puede desarrollar en unas instalaciones adecuadas.