Es normal que durante un partido de fútbol los aficionados entonen cánticos de ánimo para su equipo. Ahora en el Belmonte, cuando llueva, será como en la película de Gene Kelly Cantando bajo la lluvia, porque a los aficionados no les habrán dejado pasar el paraguas.
Resulta que la normativa de la Liga en cuanto a seguridad prohíbe pasar, entre otras cosas, paraguas y garrotes, algo que, según el club, no se venía aplicando y que el domingo se empezó a aplicar. Quizás antes no se aplicaba simple y llanamente por una cuestión de sentido común. Alguno pensará que un señor con 70 años y dificultades para caminar lleva su garrote por si el árbitro se porta mal y hay que darle jarabe de palo o que la gente acude con su paraguas no para no mojarse si llueve, sino para atizarle al colegiado de turno. Es decir, tratamos a los aficionados como delincuentes. Quizás es por el amplio historial de cierres que tiene el Belmonte o las numerosas veces que los árbitros han sido agredidos, con o sin paraguas. ¿Qué será lo siguiente, no dejar pasar teléfonos móviles por si a alguno se le ocurre tirárselo al árbitro a la cabeza en un calentón? Pues nada, demos otra vuelta de tuerca más a esa sufrida afición que ahora, además de rezar por que el equipo no descienda, también tendrá que rezar para que no llueva.
Les cambian asientos por lonas, no les respetan sus asientos a los jubilados, les ponen partidos los viernes o a horas intempestivas y ahora no les dejan pasar los paraguas. No sé cuál será la siguiente, pero habrá que pensar en hacerle un monumento a la afición del Alba, que a pesar de todo el maltrato que sufre, sigue apoyando al equipo a muerte.
