La historia del Albacete Balompié, al menos desde que tengo uso de razón, está bañada de situaciones delicadas, farragosas e incluso surrealistas. Momentos donde la deuda rebasó lo rebasable han habido varios, con impagos a jugadores, trabajadores y, por supuesto, acreedores de la sociedad. Así mismo se encontró el club José Miguel Garrido, que curiosamente ahora pide la liquidación cuando no existe deuda corriente, cuando se está al día con jugadores y empleados y el club, como él mismo afirma, tiene viabilidad.
No sabemos cual será la intención final del presidente y dueño del club, no sabemos a dónde quiere llegar, cuando otros que le precedieron en el cargo aguantaron carros y carretas, embargos, asfixias y hasta descensos, pero mantuvieron a flote la nave, el Albacete Balompié por encima de todo.
Ahora, por mucho que Hacienda sea la que le ha puesto la soga al cuello, ha sido el propio Albacete Balompié, su presidente, el que ha solicitado por voluntad propia la liquidación de la sociedad, por cuestiones de responsabilidad penal de los administradores.
En su derecho está, por supuesto, nadie se lo va a negar, pues además de presidente es el dueño de la entidad, pero tras soportar deudas millonarias y mil y un avatares, parece casi de chiste que el Albacete Balompié, el club que conocemos, con 75 años de historia, vaya a desaparecer por 800.000 euros de IRPF.