Ha sido una tradición en Albacete que el mundo del deporte haya sido el hermano pobre de la política municipal. Pocos dirigentes se han preocupado por cuidar algo tan importante y hace unos años quedaban retratados al elegir para ocupar la Concejalía a personas que no tenían ni la más pajolera idea de lo que llevaban entre manos.
Otros, al menos los últimos inquilinos de uno y otro bando, se han preocupado por el deporte de la ciudad, pero su margen de maniobra no ha sido mucho. Uno siempre espera que por fin se les encienda una bombilla a nuestros políticos y que, de una vez por todas, apoyen, fomenten, ayuden y alimenten al deporte en la medida que se merece y que no sea solo de boquilla, como cada campaña electoral.
Las necesidades a nivel de instalaciones son demasiadas. Es lo que pasa cuando se deja todo de lado durante tantos años, que ahora hay demasiada faena. Se han ido apañando cosas, pero son tantas las carencias que apenas se notan, por no hablar del trato que reciben nuestros deportistas, esos que van paseando el nombre de Albacete por todo el país e incluso a nivel internacional, muchos con un enorme coste personal y económico que no encuentra la respuesta adecuada desde las instituciones.
Es hora pues de dejarse de promesas electorales y dejar paso a los hechos. Veremos cómo acaban las elecciones municipales, quién se lleva el gato al agua y qué valor le otorgan, dentro de la política municipal, a la Concejalía de Deportes.