La Federación de Castilla-La Mancha de Baloncesto (FBCM) ha salido de la situación de bloqueo en que la tenían sus anteriores dirigentes. Mientras la Junta de Comunidades no movía ficha para evitar que el baloncesto regional se hundiera en la más absoluta miseria, los clubes de la región optaron por crear una competición paralela en la que poder disfrutar del deporte de la canasta.
Han sido dos largos años en los que el hoyo se fue haciendo más grande por la cabezonería del que tenía la llave del cortijo y que parecía pensar que era suyo, el anterior presidente Ramón Granados. Los problemas de impagos a los árbitros no eran más que la punta de un iceberg en el que se estrelló el barco que era la FBCM.
De unos 60 equipos sénior compitiendo en Primera Nacional, Primera Autonómica y Segunda Autonómica, este año sólo 11 se mantienen en competición federada en una Primera Nacional descafeinada en la que las diferencias entre los de arriba y los de abajo son abismales.
Llegaron las elecciones, que al final han sido las únicas que han conseguido terminar con el bloqueo, ya que la Federación Española de Baloncesto miraba para otro lado y se lavaba las manos mientras que desde la Junta de Comunidades se les daba muy buenas palabras a los clubes y deportistas pero hacer, lo que se dice hacer, no hacían nada.
José Luis Rodrigo arrasó en las elecciones, con el apoyo de clubes y jugadores, así que han llegado nuevo aires a la FBCM, que debe volver a unir a todos los clubes de la región para marchar por el mismo camino de conseguir lo mejor por el baloncesto en la Comunidad. Otra cosa es ver lo que se encuentra en la auditoría que se está realizando, porque dinero no hay, ni se le espera, y además se debe, parece ser, lo que no está en los escritos.
Difícil papeleta va a tener Rodrigo, sin dinero y con el solar que es ahora mismo la FBCM. Pero si todo el baloncesto de Castilla-La Mancha se decide a remar juntos en el mismo sentido la situación seguro que tiene arreglo, aunque obviamente no será flor de un día y costará reconstruir todo lo que anteriormente había construido el propio Granados y que él mismo derrumbo por testarudez y, hay que decirlo, su mala gestión de los recursos existente cuando la crisis cortó, de golpe y porrazo, el grifo del dinero público.
