Cuesta asimilar cuando un amigo se va y nos deja un vacío tremendo, que por otro lado ya teníamos desde que en verano empezó ese peregrinar hacia el vacío infinito y no se vislumbraba que la cosa fuera a acabar bien. José Poveda Jiménez se nos marchó con 73 años, pero no aparentaba ni 60, porque seguía al pie del cañón en Disquería, un templo sagrado de la música por el que han pasado varias...