El Albacete tiene un mal endémico con su defensa. Cada año se intenta mejorar, pero por unas cosas u otras no se terminar de conseguir estabilizar algo fundamental en el fútbol actual, en el que los detalles son los que marcan la diferencia en competiciones tan igualadas como es la Segunda División. Desde que se marchó Santiago Gentiletti, ese central argentino de los de antes, de los de verdad, que militó en el Alba la temporada 2018-19, no se ha conseguido la contundencia que se necesita en esta categoría.
Lo del pasado viernes obviamente es circunstancial, no va a pasar todas las semanas, pero se ve como no se termina de cuajar un plantel capaz de ofrecer seguridad. Errores constantes son los que te hacen acabar en el hoyo, aunque al entrenador no le parezca preocupante ser el equipo mas goleado de la categoría. Los ciclos ocurren y aquí parece que estamos llamados a repetirlos. Luis Miguel Ramis llegó al Albacete a donde hacía tiempo que no pisaba, los playoff de ascenso a Segunda. A la siguiente temporada, el equipo se salvó de milagro, con ese penalti anotado por Mesa en el tiempo añadido de la última jornada de liga y a la tercera fue la vencida y el Alba descendió a la entonces novedosa Primera RFEF. Ayer precisamente me lo recordaba un buen amigo, recordando que Rubén Albés no llevó a jugar los playoff de ascenso a Primera y la pasada campaña se salvó el equipo con la milagrosa racha de cinco victorias consecutivas cuando la situación era más que delicada. Esperemos que esta tercera no sea como la otra, pero las sensaciones que deja el equipo, con más desbarajustes que aciertos, no son nada halagüeñas.