No resulta fácil vivir el espectáculo que se pudo presenciar el pasado sábado en Albacete, donde dos aficiones de fútbol, con sus equipos jugándose la sexta plaza, dieron toda una lección de civismo y respeto.
Seguramente, los aficionados al fútbol, generalizando, sean los más problemáticos de todos los deportes. Hubo un tiempo en el que incluso eran habituales las batallas campales en dos aficiones, en esa época en la que los grupos ultras campaban a sus anchas y hasta ponían y quitaban entrenadores. Aquí en Albacete también tuvimos los nuestros, porque por desgracia existían en todos los clubes.
Por suerte, todo aquello se erradicó y ya quedan muy pocos de esa calaña. En Albacete, además, hemos tenido la suerte de contar con unas peñas ya veteranas que han llegado incluso a ser galardonadas por su deportividad y comportamiento. Gente como la Curva Rommel, Pernales Sur o Mancha Blanca han viajado por toda España para sembrar el cariño por Albacete entre las aficiones rivales.
Por ello no es de extrañar que ante el desplazamiento masivo de aficionados del Cartagena no solo no hubiera ningún incidente, sino que además prevaleció el respeto y la deportividad, tanto en la previa como en el propio campo.
Fue una gran lección la que nos dieron los aficionados, mostrando que en el fútbol también se puede erradicar a los violentos, aunque todavía tenga mucho trabajo que hacer la Comisión Antiviolencia.
Decía Rubén Albés que había que estar orgullosos del trabajo de su equipo. También hay que estarlo de la afición del Albacete.
