Los clubes de la Liga de Fútbol Profesional se han convertido en esclavos de los horarios. LaLiga defiende que eso tiene que ser así porque de ahí llega todo el dinero que hace que los clubes puedan cubrir sus presupuestos y lleva su parte de razón, pero eso no quita para que dentro de la vorágine de encuentros que se juegan a todas horas y casi todos los días, haya un poco de cordura y hasta empatía con las herramientas que hacen que este circo funcione, que son los futbolistas.
Eso de poner partidos en agosto a las 14 horas en las cálidas tierras andaluzas o clavarte los lunes a las 21 horas en los Pirineos en pleno invierno y con ola de frío de por medio, dice muy poco del cuidado que desde LaLiga se tiene con los que, con su juego, hacen que llegue el dinero de las televisiones.
No hay que olvidar esas veces que te ponen horarios tan cercanos entre una jornada y otra, con largos desplazamientos de por medio, que hacen que los jugadores apenas tengan descanso y puedan prepara los siguientes encuentros. De eso se quejaba Ramis, técnico del Tenerife, en estos días.
Está claro que la televisión paga y que eso hace que la competición sea un cachondeo en el tema horario, donde el aficionado de a pie, el que acude a los estadios, sea el último mono en este circo que se ha montado, pero por mucho que pague no puedes jugar con la salud de los deportistas o de los aficionados que están en la grada.
Los clubes callan, no pueden protestar ya que son los que han consentido este desbarajuste a cambio de dinero. LaLiga ganará adeptos en Asia, América y Oceanía si hace falta, pero los pierde en su propia casa.
