El Albacete Basket tiene nuevo presidente en la figura de Jacinto Navarro, un hombre de baloncesto de toda la vida, desde que comenzó a jugar a finales de los 80 en la cantera del CABA. El club acaba de cumplir 10 años y resulta extraño que ese periplo haya tenido nada menos que cinco presidentes. Sin duda viene provocado por el enorme desgaste que supone manejar un club que nació con un objetivo claro y que en cuyo crecimiento siempre les ha faltado el toque necesario para que ese desgaste no fuese necesario.
El presidente tiene que estar para firmar acuerdos de patrocinio, ser el nexo de unión con las instituciones y poner el orden necesario para que todo fluya. El resto de las tropecientas mil cosas que han tenido que hacer los presidentes en estos años tienen que estar a cargo de un profesional, de un gerente, director general o como se le quiera nombrar. El presidente no puede estar contratando autobuses para los viajes, buscando hoteles, lidiar con los problemas de los pisos de los jugadores o gestionar la documentación requerida por la Federación, la mutua cuando hay un lesionado y si me apuras hasta hinchar los balones.
Lidiar en lo económico es complicado, tener profesionales tiene un coste, pero es necesario para que un club de este nivel funcione como tiene que funcionar.
El Albacete Basket ha tenido a cuatro personas que se han dejado el alma por el camino: Esteban Sánchez, Miguel Ventayol, Miguel Mirasol y Pedro Torres. Ahora le toca a Jacinto Navarro, que ha dado el paso que quería hacer Torres y el club ya tiene un gerente. Y si encima el equipo gana, pues a disfrutar del baloncesto, sin desgastes innecesarios.