Como también me gusta el cine y bien que lo sabe mi amigo Juan Ramón, el partido del Albacete en Leganés me dejó un sabor a spaghetti western, aunque la música de Morricone la pusiera el Leganés dirigido por un Asier Garitano que emuló a Sergio Leone.
El Leganés puso la banda sonora a base de juego vertical y efectivo y Garitano la dirección, metiendo al Alba en su trampa y no dejándose engatusar, como le ocurrió a un Mallorca que por mucho líder que fuera ganó por fortuna ante un Albacete en inferioridad numérica.
Los protagonistas de esta historia en el Albacete están claros. El bueno fue Dani Torres. El cafetero llevaba seis meses sin jugar, pero salió y le dio al centro del campo manchego un empaque que no ha tenido en los dos últimos años. No le ha hecho falta adaptación, ni tener que coger el ritmo ni todas esas vainas que al final marcan la diferencia entre los futbolistas que solo juegan y los que, además, compiten.
El feo fue el gesto de Cedric propio de la inmadurez. Es lo que tiene la juventud y el peaje que hay que pagar con jugadores como él o Boyomo, que de vez en cuando nos recuerdan que tienen 19 años. Una inocente pérdida, con todos sus compañeros volcados al ataque, sirvió al Leganés para matar un partido que se había puesto interesante con el 2-1, todo ello después de la desastrosa primera mitad de los manchegos, ayudados por una alineación en la que Menéndez no atinó, aunque el técnico estuvo presto para arreglar el entuerto en la segunda parte.
El malo, con mis respetos para el jugador, fue Tana, que mes y medio después de llegar todavía no se ha enterado de qué va la película.
