Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, pero es complicado agarrarse a algo con este Albacete que va camino de convertirse en el peor de la historia. Nunca en otros años de penurias deportivas se vislumbraba de forma tan clara como ahora que este equipo es carne de cañón.
Se han vivido años complicados, pero en la plantilla había jugadores capaces de darle la vuelta a la situación, con calidad para dar ese paso adelante que ahora se ve imposible. Una de las peores campañas, en lo que a plantilla se refiere, fue la 2010-11, pero repasando nos aparecen Keylor Navas, Antonio López, Verza, Tato, Sousa o Calle. Si quitamos a Keylor, sin nada que envidiar con Tomeu Nadal, los demás dan sopas con onda a los jugadores de la actual plantilla, de la que sólo se salvan el mencionado Tomeu y Álvaro Jiménez, y para ya de contar.
La primera vuelta está a punto de terminar, pero son muchas las jornadas que quedan y hace tiempo que el mensaje habitual de “podemos”, “revertiremos la situación” o “estamos capacitados” se quedó obsoleto. Ni se puede, si se vislumbra capacidad, ni se atisba que la situación se pueda revertir. Soy pesimista, pero es que lo único que me trasmite este equipo es impotencia. Ojo, la culpa no creo que sea de los jugadores, que dan lo tienen. El problema es que con lo que tienen no vale para competir en esta categoría.
Nos queda un duro calvario a todos, incluidos los jugadores, el nuevo entrenador y, por supuesto, los aficionados. No será fácil relatar esta crónica de una muerte anunciada, porque la esperanza ya la hemos perdido.
