Para ser entrenador hay que valer. Tener conocimientos de un deporte no es lo único que necesita una persona para hacer cargo de un banquillo, en el deporte que sea. En el fútbol, la cosa se complica por el gran número de jugadores que tienen las plantillas. En un equipo de 25 juegan 11 de inicio y, ahora con los cinco cambios, pueden llegar a participar 16, lo que quiere decir que cada semana tienes a nueve muy cabreados y alguno otro enfadado por no ser titular.
Lidiar con todo eso no es fácil, igual que decidir quién debe jugar cada domingo. Siempre suelen decir los técnicos que su modus operadis es poner a los que mejor están durante la semana, lo que nos lleva a la conclusión, viendo los últimos partidos del Albacete Balompié de que ¿cómo estarán los demás?
Porque López Garai trajo un soplo de aire fresco a un equipo que decidió jugar la pelota, pero para eso hay que tener jugadores capaces. Haberlos haylos en esta plantilla, pocos, porque la limitación de muchos para ello es evidente.
No es el único problema que tiene López Garai, que se empeña endarles partidos a jugadores que restan más que suman, que no ha encontrado la manera de frenar la endeblez defensiva del equipo, ni ha encontrado el camino para que sus delanteros hagan goles. Si a esto le unes que en las últimas jornadas desde el banquillo de enfrente le han comido la tostada, pues volvemos a donde estábamos cuando se destituyó a Lucas Alcaraz, un técnico que pidió paciencia al tener una plantilla a la que solo le habían traído jóvenes sin experiencia, pero que no la tuvo por los malos resultados. Veremos lo que pasa ahora.
