Una de esas frases cortas capaces de definir algo mucho más complejo la dijo Jorge Valdano cuando afirmó que «el fútbol es un estado de ánimo». En el mundo del deporte es vital la preparación física, la técnica, la táctica y, por supuesto, el talento, pero luego, la diferencia entre unos y otros la suele marcar la mente de cada uno y, por ende, el estado de ánimo. Una persona positiva, que se divierta haciendo lo que hace, siempre rendirá más que el pesimista o que siempre lo ve todo en su parte negativa.
Con todo esto, a donde voy, es a la alegría del gol, porque el gol es lo que diferencia la victoria de la derrota, más allá de merecimientos o de todo lo bien que hagas las cosas. Sin gol no hay victoria y, por tanto, no hay alegría.
El Albacete realizó un muy buen partido en Zaragoza, frente a un rival con un potencial mucho mayor en su plantilla. Lo merecimientos fueron muchos, pero el gol lo marcaron los maños, se llevaron el triunfo y todo lo ocurrido se perdió en el limbo. Tanto fue así que tras el mejor partido del equipo en lo que va de temporada, la entidad decidió destituir a Lucas Alcaraz, aunque todo hace indicar que el técnico ya iba sentenciado a La Romareda.
El arranque de López Garai mostró otra vez las grandes penurias del equipo. Si en lugar del Sabadell hubiera estado enfrente un equipo de mayor entidad y estado de forma, el partido habría quedado resuelto para los visitantes en su primera media hora. Pero ahí llegó el gol del Alba y la transformación milagrosa en un equipo competente y sobrio que sumó su primer triunfo con contundencia. Y todo gracias al gol, a la alegría del gol.
