Por fin vuelve el fútbol. Esta semana regresa la Primera y Segunda División, para que la gente deje ya de pensar en el dichoso virus y en las fases de la desescalada y se centre en lo que le interesa al Gobierno, para dejarle hacer y deshacer sin estar todo el día pendientes y criticando.
Pero no habrá que llevarse a engaño. La Liga vuelve, pero será descafeinada y con sacarina. Los jugadores han estado dos meses encerrados en sus casas, como todo hijo de vecino. La vuelta a los entrenamientos ha sido de aquella manera, por eso de cumplir los protocolos, y apenas han tenido una semana para trabajar todos juntos como equipo.
Van a estar más verdes que las lechugas y con muchas papeletas para ir cayendo como moscas con las lesiones. Porque la previsión es esa, que se produzcan muchas lesiones. Jugarán con poca preparación, tras dos meses confinados y con una vorágine de partidos cada tres días. A ello habrá que unir la presión por conseguir los objetivos y si me apuras hasta circule algo de miedo, o al menos respeto, por el dichoso virus. Demasiadas cosas para que los músculos aguanten, por muy bien cuidados que los tuvieran allá en marzo, cuando todo el país quedó paralizado por la pandemia.
El Albacete tiene que luchar por salvar la categoría. Tras el gran primer año de Ramis, el equipo manchego se ve a las primeras de cambio en esta tesitura, con lo que luego cuesta regresar. La situación empezaba a coger color tras la llegada de Lucas Alcaraz, pero tampoco se podían tirar las campanas al vuelo, a base de empates. Veremos lo que ocurre. Ojalá haya un final feliz para nuestro Alba y pueda celebrar como se merece su 80 cumpleaños.
