Estamos librando una batalla contra un enemigo invisible e implacable, que se está llevando por delante a seres queridos, familiares y amigos, con el dolor añadido de no poder despedirlos como se merecen, ni arropar a los que lloran sus pérdidas. Nadie duda de la impresionante labor que están realizando nuestros sanitarios, en primera línea de fuego, que comenzaron esta guerra con armas de juguete mientras los mensajes de sus dirigentes producían rabia e impotencia.
No debemos olvidar la cantidad de mentiras y medias verdades con las que han querido justificar lo injustificable. Nuestros sanitarios no solo tuvieron que librar la batalla contra el virus, también con los que veían que el problema era «grabar vídeos», mientras médicos como Ramón Peyró cogían su coche y se traían respiradores desde Murcia.
Si alguno no tenía claro el pelaje de nuestros dirigentes, esta situación ha sacado a la luz su incapacidad y, sobre todo, su falta de empatía y de vergüenza insultando con sus palabras vacías y rencorosas a todos los que pelean contra la enfermedad, a todos los que han perdido a un ser querido, a todos los que estamos luchando en silencio desde nuestras casas para ganar una batalla para la que no estábamos preparados.
Los sanitarios y todo el personal de nuestros hospitales y centros de salud son nuestra primera línea de defensa. Por detrás está el sector alimenticio, farmacéutico y de servicios esenciales. Y en el fondo estamos el resto, los que nos quedamos en casa, defendiendo a nuestros mayores, a nuestros hijos, que se están portando de maravilla. Todos tenemos nuestra parte de héroes en esta lucha.
