Nuestro querido Albacete Balompié está a años luz del que la pasada campaña nos hizo recuperar una ilusión perdida hace ya años. La travesía en el desierto que comenzó con aquel descenso de Primera en 2005 nos llevó a vivir los peores momentos de la edad moderna, en una entidad que no tenía visos de alcanzar los 80 años que cumplirá en agosto.
La llegada de un nuevo dueño, con sus virtudes y sus defectos, y principalmente sus millones, han dado esperanzas de vida a un club cuya deuda está ahora controlada y pagándose (que no es poco). Se atisbó un nuevo horizonte que se alió el año pasado con el acierto en unos fichajes que nos hicieron creer que ascender a Primera era posible. No pudo ser, pero el poso que quedó auguró otra campaña ilusionante que, a la vista está, se ha convertido, de momento, en desilusión.
De pensar que se volvería a estar peleando por la parte de arriba hemos pasado ahora mismo a calificar la permanencia como el mayor y único objetivo a conseguir. La cuesta abajo que lleva el equipo preocupa, principalmente porque la plantilla. mal confeccionada, no está ofreciendo el rendimiento deseado y no se vislumbra una mejora a no ser que se acierte con los movimientos que se deben realizar en la ventana invernal. Los problemas son tantos que va a resultar complicado solucionarlos en un mercado que no es, ni mucho menos, la panacea.
Las limitaciones económicas están ahí y, además, los nombres que aparecen son de jugadores que, por unas cosas u otras, no están rindiendo en sus clubes de procedencia. Los descartes de otros serán los que te tienen que sacar a ti de tu propia precariedad. Ojalá no nos toque sufrir, pero camino llevamos.