El mundo del deporte está lleno de todo, también de esos personajes que, si no existieran, habría que inventarlos. Es el caso del Reyfer, que tomó su apodo de su tristemente desaparecido padre, Pepe Reyfer, una de esas personas a las que el corazón no le cabía en el pecho y así se nos marchó. Ese fue seguramente el mejor legado que le dejó a José Antonio García Redondo, un corazón que no le cabe en el pecho y que le hace ser tan especial, a pesar de sus defectos.
Estridente, cansino, hilarante, capaz de sacar de quicio por esa forma que tiene de ver la vida, pero al mismo tiempo cercano, amigo de sus amigos, siempre con una sonrisa en la cara, siempre alegre y optimista aunque la vida le haya dado algunos palos. Una de esas personas que siempre está cuando la necesitas.
Creció en la natación, fue referente en el Polideportivo Waterpolo Albacete y sigue vinculado al transformado club de waterpolo, después de que la entidad decidiera dar un paso adelante y creció para ahora estar ogulloso de su escuela.
Gracias al Reyfer he conocido las historias del Oso, del Peque, del Pelos, del Pompe. Da para escribir un libro si no fuera porque la mayoría de sus andanzas son impublicables. José Antonio sigue haciendo deporte y ahora ejerce de árbitro de waterpolo. Todavía hay gente que se cree que lleva equipos de cantera en el mundo del fútbol, donde algunos lo conocen como Javi y nadie es capaz de explicar por qué y como apareció por allí.
Siempre me está diciendo eso de «a ver cuando me dedicas una Zona Press de esas de las tuyas». Pues aquí la tienes amigo, y no cambies nunca.