El Albacete Balompié y la Federación de Fútbol de Castilla-La Mancha están a la greña. Lo cierto es que tampoco extraña, pues es algo que, cíclicamente, se ha venido produciendo a lo largo de la historia y casi siempre con el mismo protagonista de por medio.
En esta ocasión, si lo dicho por el club manchego es veraz, está claro que aquí el que ha obrado mal es la Federación y el damnificado el Alba, por lo que no es de extrañar que rompan relaciones. Me consta que se han producido distintas reuniones con la intención de resolver la situación, pero no ha existido conciliación.
El problema ahora es que el Albacete ha querido dar una vuelta de tuerca y, en algo en lo que no puedo estar de acuerdo, ha utilizado a los niños, no permitiendo a sus jugadores de la cantera acudir a las convocatorias de las diferentes selecciones provinciales y regionales.
Aquí, el daño, es para los chavales, a los que se les niega hacer lo que más les gusta, que no es otra cosa que jugar al fútbol. Normal que algunos padres no lo entiendan y mucho menos esos jóvenes deportistas a los que no se deja estar y convivir con otros chavales de otros clubes, además de defender el escudo de su provincia o de su región. Luego nos quejamos de la mala imagen que tiene el Alba entre los otros clubes de Castilla-La Mancha. Quizás habría que haber cuantificado antes el beneficio o el perjuicio que conlleva esta medida.
Entiendo que las soluciones al conflicto entre el Alba y la FFCM, así como las medidas de fuerza, tienen que estar en otro sitio, nunca utilizando a los niños, menores de edad, como arma arrojadiza.