El poder suele ser tan goloso que genera enemigos irreconciliables y eso parece ser que pasa entre la Real Federación Española de Fútbol y la Liga de Fútbol Profesional. Sus desencuentros han existido siempre y vivieron su etapa más álgida hace bien poco, cuando Ángel María Villar y Javier Tebas mandaban en uno y otro organismo. La marcha de Villar y la llegada de Luis Rubiales no ha mejorado la situación y la guerra se ha recrudecido a cuenta de la lamentable situación del Reus.
Las últimas semanas han sido un continuo tira y afloja por ver quién lleva las riendas del fútbol español. Una lucha de poder en la que se ven afectados aficionados y clubes por partes iguales. Aquí lo que importa no es hacer las cosas bien, sino demostrar quién manda.
Todo el proceso donde el Reus ha sido protagonista ha vuelto a sacar lo peor de esta lucha encarnizada y que tan poco favor le hace al fútbol patrio. LaLiga no ha hecho más que echar leña al fuego tratando de apropiarse de competencias que no le corresponden. Quiso suspender los partidos del Reus, lo que no se hizo hasta que la Federación no dictó la correspondiente resolución. Le dijo a los clubes que podían alinear a los jugadores del Reus que había fichado, cuando todavía la Federación no les había liberado del club catalán. Así hasta apropiarse de la oficialidad de una clasificación que, por mucho que les duela, sigue siendo competencia de la RFEF.
La guerra continuará, porque los que ostentan el poder sólo quieren más poder y demostrar que lo tienen, mientras el fútbol modesto no hay quién lo arregle y el problema de las apuestas se está convirtiendo en la nueva lacra para este deporte, alimentado, no se nos olvide, por la propia Liga y los clubes que son los principales altavoces de las casas de apuestas a través de sus patrocinios.
