La realidad vuelve a ser cruel con el Albacete Balompié, que tras el empujón inicial de la llegada de Mario Simón al banquillo vuelve a ver como la caída a la Segunda División B es irremediable.
Es lo que hay, una plantilla incapaz de solventar la situación porque está mal confeccionada y no existen mimbres para otra cosa. Lo dicen los resultados y lo dicen los propios partidos.
Así lo hemos visto en las dos últimas jornadas, en las que los jugadores que Simón puso sobre el campo dieron todo lo que pudieron pero no fue suficiente para conseguir ni tan siquiera un punto. Dos derrotas dolorosas que dejan la equipo prácticamente sin opciones de recortar la amplia distancia que en estos momentos ya tiene el quinto por la cola.
Frente al Celta, además de nuestra propia impotencia, aparecía la figura del trencilla de turno, que siempre aparecen para hurgar en la herida del más débil. Luego en Jerez se volvió a ver la impotencia de un equipo que es capaz de inmolarse a sí mismo con absurdas expulsiones o fallando un penalti. Se habla de errores puntuales que siempre aparecen, pero es que el fútbol da y quita victorias por pequeños detalles. Ahí es donde se ve si un equipo es capaz o no es capaz, y a la vista está que este Albacete no lo es.
Nos quedan siete jornadas de mucho sufrimiento, en espera de que llegue el descenso matemático, porque después de lo visto no sé donde agarrarme para pensar que este equipo es capaz de ganar cuatro o cinco partidos de los que restan, que seguramente fueran incluso insuficientes para salvarnos, ya que los demás también juegan y a poco que ganen no los pillamos ni con el AVE.
Como suele ocurrir en estos casos, el llegar a esta situación no es algo que aparezca de pronto, sino que viene provocado por una sucesión de despropósitos, que es lo que ha presidido el club en los últimos años.
Cuando las cosas se hacen mal, pues al final se paga y en el Albacete Balompié son muchos los años que se llevan haciendo mal las cosas. Obviamente los principales responsables ahora son los actuales dirigentes, que no han sido capaces de aprender de los errores de la pasada campaña, en la que nos salvó la campana.
Las peleas personales dentro del Consejo han ayudado en gran medida a alcanzar esta situación de encefalograma plano en la que se ha metido el equipo desde que en el mes de diciembre se decidió tirar por el camino de en medio para intentar arreglar el desaguisado veraniego entrando como elefante en cacharrería.
La plantilla se confeccionó mal en verano y se arregló peor en diciembre. Se pasó de tener paciencia con el entrenador, a dejar de tenerla, provocando un relevo que para lo único que sirvió fue para revolucionar más al vestuario. Luego llegó el último recurso de siempre, los de la casa, ya sean entrenadores y jugadores, pero para entonces el final ya estaba escrito y el destino de este equipo sellado.
